La gripe estacional es una infección respiratoria aguda que se transmite al toser, estornudar o por contacto con superficies contaminadas1. En la mayoría de los casos, las personas se recuperan sin necesidad de tratamiento médico, aunque en los grupos más vulnerables puede provocar complicaciones graves1.
Las personas con mayor riesgo de presentar complicaciones graves son las embarazadas, los niños menores de cinco años, los mayores, y quienes padecen enfermedades crónicas (cardíacas, respiratorias, renales, metabólicas, hepáticas o inmunodepresión)1. También el personal sanitario y asistencial, por su contacto con pacientes, tiene mayor riesgo de contagio y transmisión1.
Los síntomas suelen aparecer entre uno y cuatro días después del contagio e incluyen fiebre repentina, tos seca, dolor de cabeza, dolores musculares y articulares, malestar general, dolor de garganta y congestión nasal1.
Para la temporada 2025-2026, las vacunas frente a la gripe se han actualizado según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para el hemisferio norte2. Están disponibles diferentes tipos de vacunas inactivadas y atenuadas, elaboradas tanto a partir de huevos embrionados como de cultivos celulares, que incluyen las cepas de virus más recientes en circulación2.
Existen formulaciones específicas para personas mayores, como las vacunas adyuvadas o de alta carga, que ofrecen una mejor respuesta inmunitaria en este grupo más vulnerable2. No obstante, todas las vacunas disponibles son seguras y eficaces para la población a la que van dirigidas, especialmente para los grupos de riesgo definidos por el Ministerio de Sanidad2.
La vacuna antigripal es la forma más eficaz de prevenir la gripe y reducir tanto las hospitalizaciones como la mortalidad asociada3. La evidencia científica demuestra que vacunarse ayuda a proteger no solo a quien recibe la vacuna, sino también a su entorno3.
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