Este año se cumple medio siglo del primer correo electrónico de la historia. Se lo envió a sí mismo Ray Tomlinson, un ingeniero informático estadounidense de BBN Technologies. Hasta entonces se podían intercambiar mensajes entre usuarios de un mismo terminal (ordenador), pero el email abría la puerta a enviar mensajes de un terminal a otro. A Tomlinson le debemos también el símbolo de la arroba (@), con el que distinguimos las direcciones de correo electrónico.
Su invento, lejos de caducar, sigue vigente y en plena forma medio siglo después, como herramienta clave de la comunicación digital. Diariamente se envían en el mundo unos 2.630 millones de emails, según datos de Statista, a pesar de que Whatsapp le ha comido terreno en la interacción personal. Pero, si nos referimos a los mensajes y notificaciones de tipo comercial o profesional, el email sigue siendo la referencia. También en el sector salud y para las asociaciones de pacientes.
El email puede servir para enviar una newsletter con la actualidad de la asociación, una misiva del presidente o directiva con alguna noticia de alcance para los miembros, o la convocatoria de un evento o webinar, cuyas inscripciones también podemos gestionar vía correo electrónico, con herramientas gratuitas tipo Eventbrite o Ticket Taylor.
De cara a optimizar costes y cuidar el medio ambiente, las cartas de papel llevan años cediendo protagonismo a los emails, que de entre las herramientas de comunicación digital gozan de un estatus de notificación oficial similar al de las cartas físicas. Muchas asociaciones de pacientes utilizan el correo electrónico para avisos de altas y bajas o instrucciones para el pago de cuotas, entre otros.
Pero el email, bien utilizado, puede representar también una poderosa herramienta de marketing digital: en el caso de las asociaciones sirve, por ejemplo, para campañas de fidelización de donantes o para solicitar a los miembros su participación en alguna encuesta o acción de cara a días mundiales.
Igual que con el resto de herramientas de comunicación digital, existen para los emails una serie de parámetros con los que medir la interacción cosechada, una información valiosa para aprender y mejorar. Lo primero es conocer las métricas a tener en cuenta, y la principal es la ‘tasa de apertura’, que mide el porcentaje de usuarios que abren el email. Las bandejas de correo suelen estar saturadas y el tiempo de los usuario es limitado, así que debemos asumir que en muchas ocasiones nuestros correos acaban directamente en la papelera antes siquiera de ser abiertos.
Según datos de la plataforma Mailchimp, la tasa media de apertura de emails en España en 2020 fue del 21.3%, aunque esa cifra puede oscilar bastante en función de la temática y la relación con el emisor. El asunto es lo único que ven los usuarios antes de abrir el email, así que cuidarlo es clave para mejorar la tasa de apertura. Para ello, podemos buscar un título con gancho, que despierte interés, además de utilizar los pocos elementos visuales de que disponemos, intercalando símbolos, emojis y letras mayúsculas.
Otras métricas relevantes serían la tasa de click, que mide el porcentaje de usuarios que clican en alguno de los enlaces que contiene el email, o la tasa de spam, que mide el porcentaje que te marcan como spam, es decir, que envían tus correos por defecto a la bandeja de no deseados.
¿Cómo obtener estas estadísticas? Existen plataformas para el envío de emails a listas de contactos que facilitan esas métricas, además te ayudan en el diseño de un email atractivo. La mayoría tiene versión gratuita. Por ejemplo, la más conocida es MailChimp, gratuita si tu lista de destinatarios no supera los 2.000 contactos. Otras plataformas similares son Mailjet, Mailify o Sendpulse, con hasta 15.000 envíos gratuitos al mes.