La nicotina es un ingrediente natural del que se ha dicho que "sirve de insecticida vegetal en las hojas de tabaco" (Benowitz, N. L. et al. 2009). Tras inhalar el humo del tabaco, la concentración de nicotina en la sangre aumenta rápidamente y, en menos de 10 ó 20 segundos, llega al cerebro un alto nivel de nicotina (con mayor rapidez que si se inyectara por vía intravenosa).1
La secreción de dopamina en el núcleo accumbens, causada por la estimulación ejercida por la nicotina sobre los receptores nicotínicos de acetilcolina, crea sensaciones agradables para el fumador, lo cual le proporciona una sensación de "recompensa" al fumar.2 La rapidez del efecto permite al fumador ajustar el nivel de nicotina y sus efectos asociados mientras fuma.1
Sin embargo, el uso continuado de nicotina produce cambios funcionales en diversas partes del cerebro, provocando la secreción de niveles de dopamina excepcionalmente bajos al agotarse las concentraciones de nicotina en el sistema nervioso central.2 Esto hace que el fumador necesite inhalar más nicotina para conseguir una secreción de dopamina similar: ese es el deseo de fumar que experimentan los fumadores.
En EE. UU. la dependencia de la nicotina está clasificada como enfermedad en el DSMIV.3 Asimismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce también el síndrome de dependencia del tabaco como enfermedad.4
En 1988, el director nacional de salud estadounidense comentó que "los procesos farmacológicos y conductuales que determinan la adicción al tabaco son similares a aquellos que determinan la adicción a drogas tales como la heroína y la cocaína". En 2002, el Colegio Real de Médicos británico concluyó que "la dependencia del tabaco es una forma grave de drogadicción que, en general, supera a cualquier otra".5
El poder de dependencia de la nicotina se ejemplifica con el número de pacientes que siguen fumando incluso después de haber padecido un episodio grave asociado al tabaquismo:
Los fumadores habituales tienen más probabilidades de sufrir dependencia (28%) que los que consumen alcohol (5,2%), cannabis (8,2%) o cocaína (11,6%), como se muestra en la siguiente figura.9
Figura 1. Medición indirecta de la dependencia en varones estadounidenses durante los últimos doce meses.
Adaptado de Kandel, D. et al. 19979
Los síntomas de abstinencia aparecen habitualmente al dejar de fumar. Dichos síntomas comienzan pocas horas después del último cigarrillo, aunque, por lo general, no suelen durar más de dos o cuatro semanas. Los síntomas de abstinencia contribuyen a dificultar la cesación tabáquica.10
Figura 2 : Síntomas de abstinencia habituales de la nicotina.
Adaptado de McEwen, A. et al.10
Existen una serie de factores que contribuyen al consumo de tabaco, tales como el condicionamiento social, conductual, medioambiental y factores relacionados con la personalidad. El efecto farmacológico de la nicotina, sumado a los efectos de los síntomas de abstinencia, interacciona con los factores medioambientales durante los procesos de inicio, perpetuación y cesación del tabaquismo.1,11
A menudo, los fumadores poseen convicciones arraigadas sobre los beneficios de fumar, entre los que se incluye el considerar que alivia el estrés y que ayuda a concentrarse.12 Dichas convicciones pueden "tentar" a los fumadores en determinadas situaciones.
La mayoría de los fumadores quiere dejar de fumar, 13 y la gran mayoría lo intenta sin ayuda de fármacos. Sin embargo, el consumo de tabaco está integrado en sus rutinas y rituales cotidianos, así como en sus costumbres y su vida social, por lo que dejar de fumar se hace muy complicado.
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